dimecres, 1 de juny del 2011

RELATO COMPARTIDO

Aquí os dejo tres capítulos más de "Al pan, pan y al vino, vino:


Durante los interminables minutos en que sus miradas se cruzaron, Esperanza vio los ojos de su padre; oyó su voz, recordó sus palabras…Sí, aquellas palabras que en su momento le infundieron fe en el futuro.

No siempre la vida debería ser un simple hecho monótono. Tenía frente a sí: ¡A un ser vivo! Tan vivo como ella.

Nazareno fue quien rompió la magia que él mismo había provocado, sacando a Esperanza de ése túnel de los recuerdos en que se había sumergido.--¿Te he visto en algún sitio antes?--dijo con voz tímida el joven.

No sé, tal vez--respondió Esperanza, mientras sus mejillas se ruborizaban sin poder evitarlo.

Si este joven supiera todo lo que lo he buscado ¿Qué pensaría de mi?--monologaba internamente.

¿Cuál es tu gracia?--Nazareno, mi nombre es Nazareno ¿Y el tuyo?--Esperanza--responde la muchacha ya más repuesta.

¡Igual que mi abuela! ¡No lo puedo creer! Si nos hubiésemos buscado, quizá no nos encontrábamos, esto es para mí un milagro--se expresaba Nazareno con una alegría inusual, mientras Esperanza enrojecía cada vez más.

--Aprovecho los sábados en que no trabajo para venir a la biblioteca. Suelo retirar cierto tipo de libros antiguos que me proyectan…no sé, algo me dice que todo es irreal, y en estos libros encuentro la energía que necesito para continuar

¿Te interesa la lectura?--Sí--responde Esperanza-- Entonces podríamos compartir los libros que retiro, ¿qué opinas?--

La joven duda unos instantes pensando que en definitiva no lo conocía hasta ahora. ¿Y si no es lo que parece?--se pregunta; pero oye a Nazareno diciendo: --En el camino del centro comercial hay una cafetería donde podríamos sentarnos por horas sin que nos digan nada, solo debemos consumir lo mínimo ¿Te parece bien?--

Esperanza acepta la propuesta, y los dos se encaminan hacia el centro comercial. Al pasar por el Kiosco, Don Alberto advierte un brillo especial en los ojos de ambos jóvenes, hecho que lo alegra mucho.

Mientras caminan, advierten que un autofly, al que antes no le habían dado importancia, se desplaza a corta distancia de ellos, por precaución, deciden cambiar de camino, pero después de haber transitado algunas calles, nuevamente el autofly los sobrevuela.

Los Benedictinos formaban un mundo casi aparte del sistema en el que ahora vivían los habitantes de esa ciudad…pero ya sabían ellos que no debían poseer ni leer libros antiguos…

El Régimen no lo permitía…

(Susana-- 10-4-2011)


No, el régimen de los Benedictinos no consentía que los jóvenes de aquella época conocieran historias del pasado, ya que eran totalmente diferentes a la vida actual, pero ¿por qué? -se preguntaban los jóvenes que, una vez en la cafetería y uno sentado frente al otro, conversaban mientras tomaban un café- ¿Qué había de malo conocer historias de otros tiempos?

Esperanza y Nazareno se miraron a los ojos, atraídos por el brillo que ambos desprendían. La muchacha, ruborizada al cruzar su mirada con la del joven, sintió algo especial dentro de ella que nunca antes había sentido con ninguna otra persona. Aquella mirada le transmitía una paz infinita.

Nazareno la observaba, pues su rostro le era familiar, pero lo que más le extrañaba era su nombre.

-Nunca había conocido a nadie, aparte de mi abuela, que llevara el nombre de Esperanza.

-Yo tampoco, pero mi abuela me hablaba de su hermana que también se llamaba como yo, aunque no la conocí porque ella vivía lejos de aquí.

-Qué casualidad, ¿verdad? Esperanza asintió con una sonrisa en los labios.

Se sentía tan feliz, que de vuelta a su casa, y después de despedirse de Nazareno y quedar para otro día e intercambiar opiniones sobre los libros antiguos, contemplaba todo lo que le rodeaba encontrando belleza en todo lo que ponía la mirada. Las aceras mecánicas eran maravillosas, el color naranja de los uniformes, que tan desagradable le resultaba, ahora le parecía alegre, incluso, la mirada apagada de los individuos estáticos le parecía vivaracha y dulce. Levantó la cabeza hacia el cielo para contemplar las nubes blancas que, movidas por el aire, corrían lentamente bajo los rayos del sol formando bellas figuras y, de pronto, apareció nuevamente el autofly que unas horas antes le había seguido. “¿Por qué la perseguían?” -se preguntaba la joven.

Entró, pues, en la casa, se deshizo de la mascarilla y subió la escalera, abrió el arca donde guardaba infinidades de recuerdos de su abuela y se puso a ojear su contenido lleno de interrogantes. Una vez más detuvo la mirada en las fotos y en los modelos que vestían antiguamente y sintió deseos de vestir ella también aquellas ropas, que tan elegantes le parecían.

Un recorte de una revista le llamó la atención. Estaba fechada 40 años atrás y, en su artículo, un científico astrólogo hablaba del sol como una estrella gigante, que según sus estudios, ésta seguiría creciendo con el paso de los años hasta llegar a ser tan grande y potente que sus rayos quemarían como el fuego, y el cambio climático sería tan brusco que los habitantes del planeta tierra necesitarían vestir fibras térmicas para proteger su piel de tales efectos. Al llegar a este punto, Esperanza comprendió el porqué de aquellos modelos antiguos tan diferentes a los actuales y de que en aquella época no usaran los sombreros de ala ancha que usaban ellos en las estaciones de más calor. En ese mismo instante sonó el teléfono inesperadamente, que al oírlo le hizo estremecerse. Guardó el recorte, cerró el arca y se apresuró a coger el auricular, deseando que la voz que escuchara al otro lado del mismo le fuera amistosa.

Y la voz que oyó al otro lado del hilo telefónico era la voz de su hermana Abril, tres años mayor que ella, que le llamaba para darle una buena noticia. Abril hacía un año que vivía en pareja y ahora estaba embarazada. Hablaron de Jenifer, tres años mayor que Abril y de sus niños que estaban preciosos: Irene, de tres añitos, y Carlos, de cinco meses. Y hablaron de la fiesta sorpresa que estaban preparando, en la que se encontrarían las tres hermanas junto a sus familias respectivas.

Después de colgar el teléfono, Esperanza tomó entre sus manos el againer, sorprendiéndose al ver que este tenía encendida una lucecita verde que nunca antes la había visto. Pero, de pronto, sonó el timbre de la puerta y, acelerada, guardó el againer en la funda de piel y con el corazón golpeándole en el pecho bajó la escalera al tiempo que se hacía dos preguntas:

¿Qué significaría la luz verde en el againer? ¿Sería su padre que después de 15 años había sincronizado su againer con ella?

Y por último se hacía otra pregunta:

¿Quién llamaba a la puerta...?

Piedad, 13- 4- 2011


Una mujer escoltada por dos hombres grandes como armarios estaba tras la puerta.

Esperanza aguantó el acto reflejo de cerrar la puerta y llamar a la policía y dijo con voz trémula:

-¿Pu-puedo ayudarles en algo?

-Lo cierto es que sí. – contestó la mujer, sin variar ni un ápice su expresión. Enarcó las cejas casi imperceptiblemente y preguntó-¿podemos pasar?

La respuesta que a Esperanza le hubiera gustado dar sería un rotundo no, esa gente le inspiraba una total desconfianza. No vestían como los demás: la mujer llevaba un vestido beige por encima de la rodilla bajo una cazadora de cuero, a juego con unos zapatos de tacón del mismo color; recogía su largo pelo castaño oscuro en una coleta alta, dejando a la vista su tez pálida, con unos pómulos muy marcados y unos ojos verdes perfectamente delineados. Los hombres llevaban jerséis de cuello vuelto azul oscuro, junto con unos pantalones que Esperanza habría jurado que ¡eran de tela vaquera! ¿Cómo era posible? ¡Hacía siglos que nadie se podía permitir vestir de una manera tan personal.

Pero algo en los ojos de la mujer hizo que Esperanza se apartara de la puerta y les permitiera la entrada. El againer tendría que esperar…

Pasaron hasta el salón y ella, como buena anfitriona, preguntó:

-¿Les apetece algo para beber? ¿Funa, cucola…?

-Con un poco de agua estaría bien, gracias.-contestó la extraña mujer.

-¿Dulce o salada?

-Salada, por favor.

Esperanza miró al techo y dijo bien alto y claro:

-Lucier, tres vasos de agua salada y una lata de funa

-Enseguida.-contestó una voz de hombre-generando bebidas. Bebidas generadas. Por favor, retire los envases.

Esperanza se dirigió a un electrodoméstico similar a los anticuados microondas y extrajo las bebidas.

-¿Y bien? ¿En qué puedo ayudarles?-preguntó luego de darles el agua salada.

-Un momento.-cortó la mujer-Marcius, analiza el local.

Uno de los hombres asintió con la cabeza y extrajo del bolsillo trasero una especie de billetero del tamaño de un mechero. Lo desplegó y una luz azul envolvió la estancia. Segundos después, la luz se tornó verde.

-Despejado.-contestó el hombre.

-Perdona, estábamos asegurándonos de que no tienes robo-cámaras en la casa.

-¿Qué? ¿De qué hablas? ¡¿De qué va todo esto?!-exigió esta vez Esperanza.

-Mi nombre en Yira. Estos son Marcius e Elric. Somos de la OFLA.

-¿La qué?

-La Organización a Favor de las Libertades de Antes.-explicó- Estamos en contra del estricto control que la Dictadura Global tiene sobre los habitantes del mundo. Eso que los de a pie conocen como “El Régimen” es en realidad mucho más, Esperanza. Pretenden engañarnos, volvernos completamente analfabetos, hasta que lleguemos a ser tan ignorantes que no seamos más que animales.

-¿Qué? ¿Por qué… por qué me cuentas a mi todo esto?-balbuceó.

-Porque eres una de las elegidas, Esperanza. Una de las pocas personas que es consciente de que algo no anda bien. Y necesitamos tu ayuda, cuantos más seamos, más fuertes seremos. Pretenden volver a los tiempos de antes, donde el gobierno era de unos pocos y los demás eran conducidos a ciegas a donde más les convenía a los que tenían el poder.

-¿Pero qué dices? ¿Estáis locos? ¡No quiero problemas! ¡Largaos de aquí! ¡Ya!-Esperanza, muerta de miedo, se levantó y los empujó hacia la puerta. Nunca había oído hablar a nadie así. Todos aquellos que se atrevía a cuestionar el Régimen eran duramente castigados.

-Esperanza, necesitamos tu ayuda.-dijo Yira mirándola a los ojos-eres una elegida.

-¡Yo no soy nada de eso! Solo soy una costurera, como muchas otras. Y vosotros unos chalados con mucho tiempo libre. ¡Largo de aquí!-espetó, para luego abrir la puerta, invitándolos a marcharse.

-Te hemos estado observando. Sabemos que no eres “una costurera como otra cualquiera”. Tú sabes que las cosas no marchan bien, sabes que… - intentó Yira.

-¿Observando? ¿Me habéis estado observando? ¡Eráis los del autofly de esta tarde! – Yira solo pudo asentir - ¡Fuera de aquí! ¡Fuera!

-No podemos marcharnos sin ella, Yira. Antón no nos lo perdonará.-musitó Elric.

El tiempo pareció detenerse para Esperanza. ¿Antón? No podía ser… ¡imposible! No podían estar hablando de él…

-¿A-antón?-tartamudeó. Esperanza rebuscó en su bolsillo, con manos temblorosas, en busca de su Againer. Cuando lo encontró, pulsó en la pantalla táctil para ver lo que

“Hija mía, la locomotora se ha parado en la vieja estación. La espera ha terminado. Muy pronto nos volveremos a ver. Te he echado de menos. Te quiero.”

Unos segundos después, tres palabras aparecieron bajo ese mensaje:

“Confía en ellos”

Esperanza nunca sabría decir con certeza qué la llevo a saber que esas tres personas eran “ellos”, pero la sola idea de pensar que volvería a ver a su padre después de tantos años pudo más que cualquier miedo a las consecuencias de pasearse con semejantes individuos.

La mujer guardó el againer en su bolsillo de nuevo, cogió la vieja toquilla gris perla de su abuela y salió por la puerta acompañada de los componentes de la OFLA.

¿Qué quería esa gente de ella? ¿Contra qué clase de Dictadura Global decían luchar? ¿Podía fiarse de ellos? ¿Por qué querían su ayuda? ¿¿Qué era eso de “los elegidos”??

Esperanza no dejaba de darle vueltas a esas preguntas, pero sin duda, la que más presencia tenía en su mente era ¿de verdad volvería a ver a su padre después de 15 largos años?

Al Pan, Pan y al Vino, Vino


La muchacha se subió a un autofly azul oscuro con Yira, Marcius e Elric. El vehículo inició el despegue y salió disparado, sobrevolando el cielo oscuro de la noches

María


Espero que no os aburráis. Hasta otra

reser

1 comentari:

  1. Hola Roser:
    sigo pensando que el relato que publicas en este espacio y, que corresponde a otros tantos compañe@s solo lo disfrutamos tu y yo, por suerte encontramos un grupo en Compartiendo Experiencias que nos ánima a seguir en este mundillo de los blog y del que me siento muy orgullosa de pertenecer.
    Gracias por publiacarlo.
    Un abrazo.
    Rosa.

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