-¡Ya lo tengo!- gritó Esperanza-. Mira, no sé si será este el mensaje pero mi corazón ha empezado a palpitar muy deprisa cuando he formado esta frase:
“MIENTRAS LEES ESTO EL MUNDO LIBRE ESTÁ RENACIENDO”
-“El sueño imposible: Superar al enemigo imbatible.”- repitió Nazareno-. –
-Sí. ¡Eso es! Esperanza, ellos han estado preparando la revolución durante mucho tiempo para poder liberarnos del Mando Superior. Ahora sólo tenemos que descubrir cuándo será el “encuentro”. Necesitamos saber el día y la hora.
Volvió a mirar la ilustración del libro y dijo:
-Mira, este es el valle donde ahora mismo estamos.
-Es verdad –dijo Esperanza.
-La posición de la luna y las estrellas nos dirán la fecha exacta. Necesito ir a mi computador GOL y consultar los datos.
-Volvamos a nuestras casas y mañana actuaremos como de costumbre. Iremos a trabajar, nos volveremos a poner los trajes de color naranja y pondremos caras de idiotas. Por la noche nos volvemos a encontrar aquí, junto a este monolito de acero. ¿De acuerdo?
-Muy bien, Esperanza. Ve con mucho cuidado.
-Tú, también. Intentaré descifrar los signos de la vieja cartilla de mi padre, la que encontré en el baúl. Seguro que también nos ayudará a descubrir el camino a seguir.
Ambos se abrazaron emocionados y sin decir más palabras se separaron y empezaron a correr con todas sus fuerzas hacia las aceras rodantes, mientras en el cielo se dibujaron las siluetas de tres autoflies…
Aquella noche apenas pudieron dormir.
Nazareno seguía repitiendo aquellas frases que tenía grabadas en su memoria:
“El sueño imposible: Superar al enemigo imbatible.”
“…no esperes nunca una ayuda ni una mano ni un favor”
Él no lo sabía pero en esas frases se escondían los deseos de los que habitaban en el Viejo Mundo. Llevaban mucho tiempo organizándose para superar al enemigo imbatible y sabían que no podían esperar ayuda externa sino que todo dependía de ellos, de su esfuerzo y de su unión.
Esperanza tampoco podía dormir. Nada más llegar a su casa buscó todo lo relacionado con su padre y se lo llevó a la cama con la decisión de volverlo a examinar para descubrir alguna pista que les indicara cuál era el camino, qué era lo que ahora debían hacer ella y Nazareno. Eran los “elegidos”, pero ¿para qué?
Allí estaban la cuartilla donde él contaba que se había casado por segunda vez (cosa que a ella no le importaba ya que sabía que sus padres se habían amado, aunque luego decidieran separarse) y la vieja cartilla a nombre de su padre con anotaciones extrañas que parecían auténticos jeroglíficos…
-¿Qué es esto?- se preguntó- Parece un dibujo de un plano, muy esquemático, pero sí parece un plano.
En una de las hojas de la cartilla había un dibujo que apenas se veía pues el paso del tiempo había borrado la tinta. Cuadrados, círculos y triángulos se unían por medio de líneas rectas. Parecía un entramado reticular. ¿Qué significaría?
Como movida por un resorte, Esperanza se levantó de un salto y cogió su lupa-láser mirando con ella aquellos garabatos. Sí, ahora sí que podía ver más detalles: letras y puntos, que no se veían a simple vista, aparecieron ante sus ojos. Descubrió que todas las líneas llegaban a un círculo en el que había dibujado un triángulo y dentro del triángulo había dos letras: una E y una N. Lejos del círculo había un cuadrado (las líneas unían las dos figuras), y en él aparecían las letras: A, V, A y alguna más que el tiempo había borrado…
Tenía que contárselo a Nazareno. Entre los dos descifrarían el significado.
Al día siguiente hicieron lo que todos los días tenían costumbre de hacer, disimulando su nerviosismo para que nadie notara nada raro en ellos.
Nazareno aprovechó el momento en que sus compañeros hacían el descanso para comer para introducir en su computadora GOL las coordenadas de la luna y las estrellas, según la ilustración del libro. Acto seguido le salió la fecha exacta en que se produciría esa disposición en el cielo: el 30 de mayo. “¡Dentro de dos días!”, exclamó, y empezó a tararear la canción de Yira… ¿Estaba contento?
Esperanza llegó a su trabajo y empezó a coser mecánicamente, como siempre, soñando con que algún día aquello se acabara. ¡Cómo le gustaría poder coser alguno de aquellos trajes de las fotos de las revistas! Si algún día las cosas cambiaban… Algo hizo que levantara los ojos de la máquina de trabajo y se encontró con una mirada que la hizo estremecer. La persona que tenía delante, vestida con un mono como el de ella, no era un robot, ¡era Yira!
-¿Qué haces aquí?- le preguntó sin apenas mover los labios.
-Todos se fueron en el tren pero nosotros nos quedamos para ayudaros. No podíamos dejaros solos.
-¿Qué tenemos que hacer ahora?- dijo Esperanza
-Tú lo descubrirás- respondió Yira- Marcius, Elric y yo despistaremos a los vigilantes mientras Nazareno y tú cumplís con vuestro destino.
-Gracias, Yira. Ahora me siento más tranquila sabiendo que estáis aquí.
Por la noche se encontraron en el valle. Nazareno le transmitió su descubrimiento: algo grande pasaría dentro de dos días. Ella le enseñó la cartilla y los dibujos que había en una de sus hojas. Ahora parecía que lo veía más claro…
Esperanza no podía dar crédito a lo que estaba pensando. Ante sus ojos había un plano de la ciudad: el cuadrado representaba la estación, el círculo representaba el valle, el triángulo era el monolito de acero y aquellas letras eran las iniciales de sus nombres. Ahora lo entendía todo: ¡las líneas eran túneles subterráneos!
Corrieron cuánto pudieron hasta llegar al tren que ya había partido. Pero no se preocuparon ya sabían cómo podrían ir con ellos, puesto que habían descubierto que caminando por esos túneles se llegaba al Viejo Mundo, era una larga caminata pero estaban juntos y nada los detendría.
El túnel estaba lleno de telarañas “verdaderas”, Esperanza se detenía a mirar las arañas que no conocía, las extrañas alimañas que habitaban ese lugar abandonado. A diferencia de otras personas no la asustaban ni las cucarachas ni las ratas, todo eso era nuevo para ella y también para Nazareno, que no se detenía tanto porque le interesaba más llegar al final.
Lo más extraño fue cuando ya habían caminado casi todo un día, encontraron un haz de luz que ingresaba por lo que parecía una puerta, una rata se escabulló por allí, Esperanza la miró, y la siguió con la vista, se preguntó dónde llevaría esa puerta.
-¡Quiero seguirla!- le dijo a Nazareno.
-Puede ser peligroso, no sabemos qué hay del otro lado, pueden estar los autoflies.
-Qué pena quisiera ver a dónde lleva esa luz. Es diferente a la que conocemos- comentó Esperanza desilusionada
-Lo veremos en otro momento, ahora debemos seguir.
-Pero tengo sed y hambre, hace muchas horas que no nos detenemos y mis piernas ya me duelen mucho.
-Bueno entonces descansemos- mientras decía eso Nazareno miró a un lado y otro y de pronto vio que había un grifo en la pared, miró a Esperanza y luego se dirigió hacia él, lo abrió y un agua clara y cristalina comenzó a salir de ella.
-¡Mira Esperanza, es agua de verdad!
Esperanza se dirigió hacia ella y sació su sed por un largo tiempo, lo mismo hizo Nazareno.
Continuaron caminando, encontraron una vieja estación en los túneles y allí decidieron detenerse para descansar y dormir un rato. Se acostaron en un banco de madera, antiguo y gastado, en él había escrito muchos nombres y fechas. Esperanza pasó sus dedos por allí con tristeza.
-¿Qué será de los que escribieron aquí?
-¡Vaya uno a saber! Vamos Esperanza duerme un rato.
Los despertó una luz enorme y un ruido ensordecedor, un tren se detuvo en la estación y un anciano los despertó para decirles que los llevaría con sus seres queridos.
Cuál fue la alegría de los chicos al recibir esa noticia, se abrazaron y subieron rápidamente.
Cuando llegaron al Viejo Mundo, se encontraron con todos sus amigos y familiares, se abrazaron fuertemente.
No salían de su asombro de lo hermoso que era el lugar, todos vestidos con ropas que nunca habían visto y el sabor de la comida era exquisito. Ambos disfrutaron comiendo aquellas viandas y no las odiadas comidas pastilleras. “Si yo pudiera montaría un restaurante”, pensó Nazareno.
-¡Marcius, Elric, Yira! ¡Estáis aquí!- gritó Esperanza
-¡Sí! Nos hemos escapado y nos hemos venido con los nuestros. Esto lo hacemos a diario, ya lo sabes.
-¿Y mi padre y mi madre? Aún no los hemos visto. ¿Y mis hermanas?
-Todos están bien. Tu padre nos ha pedido que os llevemos a su encuentro.
-Pues vamos.
Antón les contó lo que se les había ocurrido a Victoria y a él para derrotar a
Habían pensado cambiar las pastillas que les daban para comer por unas con vitaminas y minerales fabricados por ellos mismos.
-Hemos tenido que hacer muchas pastillas, para que la población pueda despertar de ese sueño en el que están insertos. Disponemos de suficiente cantidad para 15 días, que es lo mínimo para salir de la intoxicación. Si bien todos pensábamos que era peligroso, nos dimos cuenta que era la mejor idea.
-¿Cómo se distribuirán?- preguntó Yira
-Tenemos todo pensado, menos eso- respondió Victoria.
-Ya sé- dijo Nazareno- Esperanza y yo nos disfrazaremos, robaremos un camión de abastecimiento y lo llevaremos a la distribuidora, no sospecharán porque nunca ven quiénes los conducen.
-Yo iré con vosotros- dijo Yira, mirando a los ojos a Nazareno. Éste le devolvió la mirada con una sonrisa de aprobación. Ambos se estremecieron.
-Muy bien- dijo Antón- Tenéis dos días para hacerlo. El 30 de mayo, a las 10 de la noche debéis estar en el valle y activar los resortes que hay bajo el monolito de acero. Si todo funciona como hemos diseñado, una gran compuerta se abrirá bajo vuestros pies y por ahí saldremos al Nuevo Edén. Poco a poco iremos recuperando lo que es nuestro.
Elric y Marcius, intervendrán las radios y televisiones y las prepararán para dar el mensaje de que todo lo que dice
Al no estar bajo los efectos de las pastillas y con las nuevas vitaminas toda la población despertará…
Hay ocasiones en las que se impone la necesidad de olvidar para avanzar, sin el lastre del pasado. Esperanza había aprendido esta lección el día que sus recuerdos se abrieron paso entre las brumas de su memoria. Aquella noche no pudo evitar sonreír al darse cuenta que ella tarareaba la canción que tantas veces había oído cantar a Nazareno: «Verás que todo es mentira, verás que nada es amor que al mundo nada le importa, yira, yira, aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor...». De pronto, el frasco de pastillas alimenticias, con las que estaba preparándose la cena, se le resbaló de las manos. ¡Todo es mentira! Igual que un relámpago una visión había golpeado con fuerza su mente, desorientándola al verse en Viejo Mundo, junto a su padre, que le inducía a tomarse unas pastillas. Una visión tan clara e intensa que le dio la certeza de haberla vivido. No podía ser. Esperanza se acuclilló para recoger las pastillas del suelo, por alguna razón que escapaba a su control estas, ahora, le producían aversión. Decidió no tomarlas y las tiró por el sumidero de la cocina. A continuación, pequeños impulsos visuales fueron apareciendo en su mente. Partes de aquella ensoñación se entremezclaban con otras ignotas hasta ese momento. Desde la lejanía, una voz, que al acercarse identificó con la de su padre, le avisó: «Cuando empieces a recordar te inundarán las dudas. Busca entre mis viejos libros, lee los títulos, uno contiene una revelación». Esperanza subió a prisa al desván, rebuscó en el fondo del baúl y comenzó a extraer libros, “El amor en tiempos del cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Cien años de soledad”, “No digas que fue un sueño”, «¡Dios mío, no puede ser! ¡No fue un sueño, estuve en Viejo Mundo!». Bajó del desván confundida, encaminó sus pasos hacia el sofá y se recostó en él con la intención de organizar las teselas de aquel nuevo mosaico que se formaba ante ella.
Esperanza recordó el momento en que Marcius posó el autofly sobre el suelo de acero y le dio la bienvenida al lugar. Una gran expectación se había apoderado de ella. Yira se percató y la tomó de una mano para infundirle ánimo. Recorrieron a prisa el aeródromo —donde descansaban multitud de autoflies—, y un largo pasillo hasta llegar a una gran sala. Todo era altamente tecnológico, había innumerables artilugios, paneles de control con luces y sonidos, pero sin botones a la vista, grandes pantallas holográficas y, en el centro de la sala, una plataforma que en un instante fue invadida por un haz de luz blanca y densa que casi podía tocarse. Esperanza retrocedió un paso y miró a Yira buscando una explicación, pero antes de que esta hiciera cualquier gesto, la joven vio cómo en mitad de la neblina se podía distinguir dos siluetas humanas, la de un hombre y la de una mujer. Tuvo la intuición de que se trataba de sus padres y corrió a su encuentro. Frente a ellos, parada, no daba crédito a lo que estaba viendo. Victoria se abrazó a su hija, fundiéndose ambas en un largo y cálido abrazo. Tantos años de ausencia, tantas pesadillas vividas, tantas cosas que recuperar y contarse se agolpaban en sus almas y pugnaban por salir atropelladamente. Las emociones aprisionaban las palabras en la garganta de las dos mujeres, pero dieron total libertad a las lágrimas consoladoras. Al rato, Esperanza se abrazó a su padre, todavía incrédula.
El grupo se dirigió al comedor. Esperanza observaba hasta el mínimo detalle, un mundo nuevo se abría ante sus ojos. Se sorprendió al ver a tantas personas viviendo en Viejo Mundo, y aún más al ver un asado con patatas en el plato que le sirvieron. Nada de pastillas. Antón intuyó lo que estaba pensando su hija: «Come tranquila, aquí no son necesarias esas abominables pastillas. Mañana, cuando hayas descansado verás cosas que no creerás y te contaremos cómo caímos en todo aquello que derivó la creación de Nuevo Edén. Ahora, disfrutemos del reencuentro por unas horas, hija». Hablaron de las hermanas, de los nietos que aún no conocían Antón y Victoria, de la abuela Marta, comieron, rieron y se emocionaron, ajenos a lo que los envolvía y al incierto destino. Después acompañaron a Esperanza a una habitación para pasar la noche. «Todo es blanco y luminoso en Viejo Mundo», pensó la joven al ver aquel cuarto con lo justo, una cama una mesita y un armario, pero de una limpieza que podía respirarse. Se acostó, pero apenas pudo dormir, la excitación que sentía por lo que acababa de vivir y la intriga por lo que su padre le había prometido que vería se lo impidieron.
("Caballos en el valle del Viejo Mundo". Foto de Margarita)
A la mañana siguiente, Antón fue a recoger a Esperanza y la llevó a la plataforma en la que la noche anterior habían aparecido él y Victoria. «No temas, hija. Es un transportador. Lo utilizamos para desplazarnos al lugar en el que trabajamos». La joven sintió una extraña sensación de levedad al pisarla y, tras unos segundos, se encontró ante un paraíso. Un gran valle enclavado en medio de aquellas montañas. «En realidad, esto es lo que verdaderamente le da sentido a Viejo Mundo», afirmó orgulloso, Antón. Esperanza solo había contemplado aquel espectáculo en los libros del desván, incontables huertos con todo tipo de hortalizas se desplegaban ante su paso, árboles frutales, que por primera vez podía tocar, y en la lejanía podía distinguir ovejas y cabras en los risco y unas vacas bebiendo en un arroyuelo. «¡Papá, eres como Noé!», espetó absorta. Respiró profundamente, nunca había experimentado esa sensación de paz, felicidad y pertenencia que le transmitía la naturaleza.
Antón le explicó a su hija, que tras la rebelión en la isla de
("Trabajos de Viejo Mundo". Foto de Margarita)
De regreso, en el vientre de la montaña, Antón y Victoria hicieron sentar a su hija en la privacidad de su cuarto. Debían explicarles algo y Victoria tomó de las manos a su hija y comenzó a narrar: «Esperanza, cuando los acontecimientos se transforman gradualmente, es imperceptible el cambio, hasta que un buen día te despiertas y ya nada es igual. Nadie se cuestionó cuánto habíamos avanzado tecnológicamente en el último siglo, al contrario, las personas se emborracharon de los logros, de lo que creían progreso y conocimiento. El siglo XX había sido vertiginoso. Al comienzo de esta era apenas existía la luz eléctrica en las casas, acababa de inventarse la radio y el primer aeroplano era un recién nacido, en cuestión de cien años, el mundo había dado un vuelco sin precedentes en la historia, se contaba con ordenadores, no solo se volaba regularmente en sofisticados aviones, sino que el hombre podía salir de nuestro planeta en cohetes, llegó a pisar
Marcius irrumpió en la habitación para anunciarles que Yira, Elric y él tenían todo preparado para el retorno a Nuevo Edén. Si tardaban demasiado en hacer regresar a Esperanza
Esperanza se levantó sobrecogida, horrorizada: «¿Cómo puede ser? ¿Quién te lo contó? ¡Puede ser una mentira! ¡Que te engañaran!». Antón abrazó a su hija para calmarla e hizo una señal a Victoria para que continuara. «La isla de
Marcius entró de nuevo a dar el segundo aviso y todos se encaminaron aprisa hacia el aeródromo. Subieron al autotly y antes de partir Antón se dirigió a su hija: «Son demasiadas emociones, demasiada información como para que la asimiles y una vez llegada a Nuevo Edén, tus constantes vitales no te delaten. Debes tomar esta pastilla que borrará tu memoria. Recordarás en su justo momento. Cuando empieces a recordar te inundarán las dudas. Busca entre mis viejos libros, lee los títulos, uno contiene una revelación. “No digas que fue un sueño” es el indicado. Cuando tengas todas las piezas sabrás que el momento ha llegado y lo que debes hacer». Yira observó el gesto de intranquilidad de Esperanza y le indicó: «No te preocupes, cielo, cuando eso suceda nosotros permaneceremos junto a ti». La joven se abrazó a sus padres, les dio un beso de despedida, tomó la pastilla de la mano de Antón y la tragó.
Fin
Conchi, Margarita y Aldhenax (28 de mayo de 2011)
Feliz verano y hasta la vista. Abrazos para todos.
Roser