dissabte, 28 de maig del 2011

RELATO COMPARTIDO

Aquí van varios capitulo más.

Secó sus lágrimas, no era cuestión de andar mostrando debilidades, la mañana llegaría pronto y volvería a tener cinco minutos de felicidad, esos que la ayudaban a continuar en la incesante rutina. Acarició el Againer que acomodó en la mesa de luz.

El día transcurrió como siempre cosiendo los uniformes, todos iguales, todos del mismo naranja horrible, tanto que le lastimaba los ojos verlo, lo peor es que debería usarlo la misma temporada.

Por los altavoces se escuchaba la música clásica que la acompañaba desde que había sido llevada al Training Citizen Center, a los pocos minutos la voz monocorde que les recordaba lealtad a La Coalición, amor al Mando Superior, que estaban prohibidas la lectura de texto que no estuvieran publicados por la Coalición. Muchas veces quería ponerse tapones en los oídos, odiaba esas palabras, esa música, detestaba todo lo que la rodeaba y sólo esos cinco minutos por las mañanas la mantenían cuerda.

Sabía que estaban prohibidos los Againer, que si la encontraban con uno iría a la isla de la Incomunicación, pero bien valía la pena esa desobediencia, ella y sus hermanas guardarían su secreto, aunque ahora ellas estaban lejos y era casi imposible recordar los viejos tiempos.

Esperanza creía que todo algún día cambiaría, estaba segura que no sería a la única que le molestaba todo aquello que la rodeaba. Una tarde cuando volvía a su casa le pareció ver un joven con un libro antiguo asomando de su bolsillo, intentó seguirlo, pero esté desapareció, pero no se dio por vencida, y desde entonces hacía siempre el mismo camino con el deseo de cruzarlo nuevamente.

Muchos detalles le hacían creer que no era única, personas que la miraban directamente a los ojos, algunos que caminaban más rápido que otros, otros llevaban sonrisas en su cara, no todos eran autómatas, no tenían el cerebro lavado, había algunos que no eran traidores ni fieles a la causa. No recordaba cuándo se dio cuenta, pero algo dentro de ella le decía que por algo su padre la había llamado Esperanza.

(Aldhanaax- 1-4-2011)


Esperanza. Su nombre por sí sólo tenía esencia de ilusión y optimismo. Ella intuía que no era un adorno a su persona, sino una misión que debería cumplir en esta tierra. Nadie podría disuadirla, estaba convencida de ello.

Antes de llegar a su casa, se detuvo a mirar los árboles con sus hojas tan verdes que invitaban a no hacer harapos con la esperanza.

Pero además no podía sacar de su mente a aquel joven con su antiguo libro.

Se preguntó que si había sido una visión o era realidad. Más le entusiasmó la última idea. Quiso buscarlo por otros caminos, no los ya recorridos, ir por otros barrios.

Cuando llegó a su casa recorrió con su mirada las paredes, duras murallas y las ventanas abiertas pegando en sus vidrios el cielo .Esta imagen la invito a salir, respirando la libertad mientras iría nuevamente en busca de aquel joven.

La ciudad era demasiado grande, pero ella lo buscaría en cada rincón.

Se abrigó con un chal colorido que le regalara una amiga de Perú y salió caminado lentamente pero avivando sus ojos para hallarlo.

Comenzó a recorrer el monasterio de los Benedictinos.


Llegó hasta su biblioteca, pidió por los libros más antiguos. Detuvo la mirada en uno que decía: Viajes hacia la Esperanza.

El bibliotecario le comentó que ese libro no podía cederlo, pues un joven lo retiraría en horas del atardecer.

Le asistió una sospecha ¿Sería aquel joven que ella buscaba encontrar?

(Estella Maris, 2-4-2011)


El atardecer la encontró observando la entrada de aquella Biblioteca. Su nombre se fundía en un sentimiento, los dos eran uno en ese momento, formaban el alimento diario de nuestro existir, la esperanza de encontrar lo que buscamos…

A pocos metros del lugar, Nazareno caminaba absorto en sus pensamientos… en su propia búsqueda, empecinado en descubrir el conflicto que lo aquejaba desde hacía tiempo.

De alguna manera aquel libro que deseaba leer ya, le auguraba un cambio, un paso hacia una vida distinta, hacia el descubrimiento de su camino verdadero…

La calle era testigo de la desilusión; seguía su paso lamentándose, como de costumbre, por culpas vanas y otorgando una sensación de lástima a cualquiera que se le cruzara

Alberto, un señor de unos 60 años, hacía tiempo que observaba pasar al joven, notaba como sus quejidos ilógicos sobre todas las cosas tenían tal efecto negativo en las pobres personas que lo rodeaban.

En oportunidades en que Nazareno se detenía en su kiosco, Alberto trataba de cambiar su ánimo. Aquel día como atraído por un imán, se acercó una vez más al pequeño comercio vecino a la biblioteca…

Alberto, observando su mirada colmada de tristeza comenzó a hablarle…

Nada nace con valor muchacho. El valor, por suerte, lo ponemos nosotros; nosotros somos los consumidores, si el valor fuera divino, ¿Quién sería capaz de pagarlo? Cuando sientas que nada te entretiene, sube tu mirada y mira hacia el cielo. Las nubes están allí para vos, cada día es un espectáculo diferente, sus formas jugarán con tu imaginación y los rayos de luz pondrán colores extraordinarios en ellas.

¿Cómo te puedes aburrir con tanta belleza?

Si el día no te complace, siempre está la noche, y sus estrellas, luceros angelicales que iluminan tu patético rostro para que nunca te sientas solo. No necesitas a nadie si puedes descubrir la belleza en las cosas más simples. Cuando alcanzas ese nivel, nunca más veras los tonos grises.

La lluvia y los días nublados también son hermosos. Cada gota que cae del cielo, está dispuesta a limpiar todo pensamiento de maldad, codicia y barullo; la lluvia es perfecta muchacho, siempre te perdona, te rebautiza con cada gota liberándote de toda pena.

Ante estas palabras, Nazareno dejó entrever una sonrisa agradecida y siguió hacia su destino. Recordaba aquel libro que lo había maravillado por su título. Sentía en el aire una diferencia, podía respirar mejor.

La humanidad y su cultura en constante evolución habían desequilibrado su vida y necesitaba reacomodarse. La entramada red social de la época exigía estar en crecimiento continuo para no ser arrastrado por la marea de la rutina acelerada.

Pensó un minuto en su abuela. Ella se llamaba Esperanza y lo quería a su manera, no pudo darle más que pan y café por las mañanas, pero estaba con él y lo llevaba a todos lados. Había crecido con sus mimos y nunca se alejó del lugar que le dio cobijo.

Ahora estaba solo… La ausencia de la abuela lo obsesionaba…

Entró a la Biblioteca ansioso y retiró su reserva… Completó debidamente la ficha y se dispuso a salir…

Una mujer interceptó su paso. Sus miradas se cruzaron. Enmudecieron y así quedaron por largos minutos…

(Colo, 9-4-2011)


Lo dejo por hoy, no quiero que l@s que paséis se os haga muy pesado. Las fotos son de los blog de varias personas que intervienen en el relato, nuestra moderadora las va cogiendo según le parece.
Hasta otra
reser

1 comentari:

  1. Roser, aunque ya había leído anteriormente el relato siempre es agradable recordarlo, espero que alguien más pueda leerlo y dejen su huella.
    Un abrazo.
    Rosa.

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